martes, 15 de mayo de 2007

Y lo que opinen los demás está de más...

Eso decía Mecano, uno de los grupos de mi infancia, en su disco "Descanso Dominical". La mayor parte de nosotros no somos lesbianas, pero aún así, sufrimos el influjo de la opinión de la gente que nos rodea.

A todos nos gusta agradar. A todos nos gusta recibir elogios. Y algunos tenemos la suerte de recibir principalmente comentarios positivos. Porque hacemos todo más o menos bien, unas veces. Porque nos temen, son cobardes, o tienen mucho que callar, otras.

Muchos halagos, pocas críticas. Y críticas con algún tipo de sentido, aún menos. Actuamos según nuestro propio criterio y salimos airosos. ¡Qué suerte!, ¿verdad? Tiene que ser agradable vivir en nosotros.

Pues no. Hacer las cosas bien por sistema produce un efecto tan malo en la gente como en uno mismo. Tú te malacostumbras. Ellos se malacostumbran. Esperan perfección y si en un momento dado no la reciben, se sienten ultrajados. ¿Y qué ocurre cuando alguien, de repente, no está satisfecho contigo? Puede ser una sola persona, puede que no sea alguien con mucho criterio. Puede que el resto te dé la razón y se la quite a ella. Dará igual, tu estándar está fijado en la satisfacción de todos. Durante un tiempo, y por sorprendente que parezca, cualquier desprecio explícito o implícito se convierte en una obsesión que te hace dudar y te lleva a cometer muchas tonterías...

La influencia de la opinión ajena en la mayoría de la gente es muy distinta. Están acostumbrados a decepcionar a los demás, a que se enfaden con ellos, y pasan de todo. A la mayoría sólo le importan dos cosas: Una, caer lo suficientemente bien como para sentirse aceptado por alguien (en apariencia). Por eso beben lo que beben, por eso visten como visten, por eso hacen todo lo que hacen. Y dos, no caer lo suficientemente mal a quien tenga poder para hacerles daño. Por eso callan lo que callan, por eso agachan la cabeza y critican por la espalda.

Al final todos pasamos por el aro. Unos adaptando toda su vida, otros llevándonos disgustos.

Su gran error, no tener personalidad. Nuestro gran error, querer agradar. En ambos casos... ¡qué difícil es sentir indiferencia ante la estupidez!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me pasa eso de querer agradar siempre... y en el fondo me gustaría no tener por qué agradar a todo el mundo.
Muchas veces no digo lo que pienso porque sé que a la gente no le va a gustar, o al menos eso pienso. Quizás esté equivocado.
En fin, que me gusta el estribillo este de Mecano, a ver si me lo aplico un poco más

Buscadora dijo...

Tienes razón, releyendo el post me doy cuenta de que he leído lo que he querido leer. Perdona.

Con respecto a este post creo que tienes razón, pero es muy difícil ir contra corriente, muy pocos son tan valientes como para hacer eso, si lo consigues enhorabuena.
Un beso y disculpa.

Geek Heart dijo...

Vivir a contracorriente es difícil. Pero lo que hace mella en mí no es la corriente, sino las gotas.

No veo nada que disculpar... de hecho me gustó tu comentario.

Un beso.

Buscadora dijo...

Me llama la atención la pregunta que me haces a mi post "el que no arriesga no gana". Ella fue un sueño que me hablaba de amistad, de compartir, de apertura... pero ahora ya no sé qué es. (Desde lugo no "algo más") Creo que hay que darle tiempo al tiempo.

Un beso

Luces del Interior dijo...

Yo ingrese muy tarde al mundo de los blogs, y digo muy tarde, porque en el camino al descubrimiento de ellos, perdi muchos pensamientos que me hacia a mi mismo.

Esta me parece una excelente manera de expresar sin limitantes, pues podemos "hablar" sin ser juzgados, al fin de cuentas me leen los que piensan similar o bien, los que les parece que esta bien lo que digo.

Un cosa lleva a la otra y entre a tu pagina por intermedio de gente que te lee y hoy soy yo quien lo disfruta, casualidad?